El tiempo de vida útil de la publicidad

  • Los anunciantes asumen que tienen un tiempo limitado para que su publicidad funcione y que después deberán eliminarlo para no hartar a la audiencia con ese mensaje.

Uno de los puntos para tener en cuenta por parte de las agencias de publicidad es que los anuncios tienen fecha de caducidad. Esto significa, que en un determinado momento terminará por cansar y debemos suprimirlos y buscar nuevas rutas para llegar al consumidor. La publicidad acaba saturando y pierde su efectividad.

Es por eso por lo que su existencia es fugaz, incluso actualmente que los grandes medios reproducen anuncios similares un gran número de veces, como ocurre en la televisión; estos han perdido fuerza y las audiencias se han vuelto más fragmentadas. La explosión de los nuevos canales en las redes sociales han sido los grandes responsables de esta diversificación.

Deben elegir muy bien la época o tema que quieran explotar, para que resulte una inversión efectiva. Realizar una campaña para Halloween o del Black Friday no la podrás alargar en el tiempo más de dos semanas, en cambio, anuncios que abarquen toda una estación como pueden ser las cremas solares durante el verano sí que pueden salir más rentables.

Un caso diferente son aquellos productos estacionales como el turrón Suchard, que tendrán que centrar toda su maquinaria en el periodo navideño, porque es el momento dónde realizará el mayor porcentaje de sus ventas, lo que cobra mayor sentido. Pero un anuncio sobre pasta dentífrica podremos adaptarlo para cualquier época del año y conseguir que no sature al consumidor.

Los anunciantes asumen que tienen una ventana de tiempo limitada para que ese anuncio funcione y que, cuando pase cierto tiempo, deben eliminarlo o acabarán hartando a la audiencia con ese mensaje. Los clientes ya no quieren que les vendas; quieren comprar y van a comprar lo mejor para ellos.

Antiguamente, para promocionarse bastaba con diseñar un cartel, una cuña de radio o un breve spot publicitario en televisión, lo que resultaba ya muy llamativo. Captar el interés del consumidor era relativamente más sencillo que ahora. Se ha pasado de vender un producto a vender una idea, un concepto o una sensación.

Actualmente, la gran ventaja es la interacción con el usuario; podemos oírlo, indagar en sus pensamientos, sabemos qué utilidad dan a nuestros servicios y nos comunican cómo podríamos perfeccionarlos y satisfacer sus necesidades. Es un error automatizarlo todo; hay que humanizar y transmitir cercanía.