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Unas declaraciones en contra del teletrabajo del cofundador de Netflix han reabierto el debate.
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El contacto directo estimula las ideas y la maduración de las mismas.
Junto a coronavirus, pandemia, confinamiento y la frase “necesito aire fresco”, teletrabajar ha sido, probablemente, el término más repetido en este año 2020. La COVID-19 nos ha obligado a despejar de la mesa esos dibujos de los niños que llevaban años cogiendo polvo, colocar en ella el ordenador y ponernos a trabajar a apenas a diez metros de donde habíamos estado durmiendo a pierna suelta unos minutos antes.
Teletrabajar ha sido para muchos una bendición, evitábamos los atascos o el transporte público a rebosar y hasta nos dejaba tiempo a veces para echar una cabezadita a la hora de la siesta. Pero por otro lado, nos ha quitado la calidez humana de nuestros compañeros, ha dificultado que la persona con la que compartíamos mesa nos resolviera al instante una duda, nos ha despojado de mil y unas risas e impedido esa tormenta de ideas instintiva en la que se convierten algunas reuniones informales.
Parece que el teletrabajo ha venido para quedarse e incluso los gobiernos se han visto obligados a regular el sistema. Pero no todos están de acuerdo con ello. Unas declaraciones realizadas recientemente por el consejero delegado de Netflix, Reed Hasting, en The Wall Street Journal han alimentado el debate.
Hasting aseguró que en cuanto exista una vacuna comenzará el proceso para que sus trabajadores vuelvan a la oficina, ya que ha dicho “no ver nada positivo en el teletrabajo”. En realidad, aseguró que el regreso se producirá “probablemente a los seis meses (de haberse comercializado la vacuna), una vez que consigamos vacunar a la mayoría”.
Realmente, no es de extrañar, ya que la cultura de la plataforma de streaming espolea los debates directos entre los trabajadores y sus jefes y estimula desarrollar la creatividad generado en los contactos personales.
El contacto directo con nuestros compañeros estimula la creatividad
Y es que, en nuestra opinión, esa es la clave: la creatividad. Que somos seres sociales es algo irrebatible. Y que el ADN de una empresa, lo que le da su personalidad y genera si éxito o fracaso, son sus trabajadores, también lo es. Nos gusta la frase de Albert Einstein en la que asegura que la “la creatividad es la inteligencia divirtiéndose”. Y nada suele ser más divertido que estar con otros, nada azuza más nuestra inteligencia ni nos lleva a tratar de superarnos con más fervor.
No queremos decir que teletrabajar impida la creatividad. Es muy probable que tengamos grandes ideas mientras esperamos a conectarnos al Zoom sentados en el sofá. Pero toda idea nace imperfecta, llena de detalles que hay que madurar y de esquirlas que es necesario limar para convertirla en un proyecto sobresaliente. Y en ese crecimiento tienen mucho que aportar los otros, los compañeros que son capaces de ver cosas que nosotros no.
Por supuesto, las ideas pueden moldearse con reuniones en remoto, pero estamos seguros de que conseguirán “empapar” mucho más cuando las planteemos cara a cara. El simple hecho de hablar sobre ella en los tiempos de descanso, de bromear en el autobús de vuelta a casa con otra persona, estimula el crecimiento personal, también el de las ideas que componen nuestro producto.
Por supuesto, el teletrabajo contiene muchos espacios positivos. Aspectos como la conciliación deben verse reforzados por este modelo que, decimos, ha llegado para quedarse. Probablemente no sea necesario que vayamos todos los días a la oficina. Calentar la silla sin más debe ser desterrado.
Pero hay cosas que solo la presencialidad permite ofrecer. Nada es más creativo que un grupo de personas hablando mientras se mira a los ojos sin la barrera de una pantalla. En nuestra opinión, quizá el modelo híbrido sea el más adecuado. Como siempre, en el término medio suele estar el acierto. Quizá hemos descubierto que ir a la oficina todos los días no tiene por qué ser una exigencia, pero teletrabajar cada semana tampoco parece ser la solución ni para la empresa ni para el trabajador. Ser flexibles y responsables es, aquí también, la clave del éxito.