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Ante los escándalos personales que afectan a la organización hay que actuar rápidamente.
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Si la empresa falla por culpa de los directivos la mancha perdura más.
David de Gea fue titular en la victoria por la mínima de España ante República Checa. El portero del Manchester United jugó pese a estar presuntamente implicado en la Operación Universal, que investiga la trama de explotación de mujeres dirigida, supuestamente, por el empresario de la industria del porno conocido como Torbe.
Según el director del Center for Sport Business Management del IESE, Sandalio Gómez, es un acierto. “En estos casos, precipitarse no es bueno, ni para la persona implicada, ni para la propia organización”. Y el caso podemos extrapolarlo perfectamente al mundo empresarial. En estas situaciones, la prudencia debe ser la vara de medir. Si bien la implicación de un miembro importante del equipo puede hacer mella en la imagen de la organización, una decisión precipitada puede ser incluso peor.
Esto no significa que no se tenga que tomar ninguna medida en la compañía, simplemente debemos estar cerciorados de que una acusación es cierta. Asimismo lo peor que puede hacer una compañía es no actuar o quedarse callada. Dejar que pase el tiempo antes de dar una respuesta significa que el discurso dominante será el acusatorio. Si la empresa se queda callada, significa que la única versión existente de los hechos será la que tenga valor.
Por el contrario, si la acusación es cierta y se ha corroborado, es fundamental tomar las medidas necesarias para intentar cortar de raíz el problema. Esto suele terminar con el despido del personal afectado. Los aspectos morales y éticos están adquiriendo cada vez un mayor peso en las empresas, por lo que este tipo de actuaciones cada vez toman más importancia.
Este hecho tiene, si cabe, mayor importancia con los directivos. Si uno de ellos se ve implicado en un caso de este tipo, la mancha que deja perdurará durante más tiempo en la organización, por lo que resultará más difícil lavar su imagen. Un ejemplo es el de Bankia con Rodrigo Rato, ya que si se utiliza la posición que se tiene en la organización la reputación de la misma queda mucho más dañada.
Fernando Prado, socio director de Reputation Institute nos da otro claro ejemplo de que no hace falta ni que la persona afectada pertenezca a la organización, para que esta resulte penalizada. La franquicia americana de bocadillos Subway se vio envuelta el año pasado en un escándalo que le hizo mucho daño por culpa de una mala gestión. La firma rodó un anuncio con una persona obesa que adelgazó mucho gracias al consumo de ciertos productos de la cadena. Justo antes de emitir el anuncio se supo que el protagonista de la campaña, quien iba a ser la imagen de la empresa, estaba implicado en un caso de pornografía infantil. La compañía decidió seguir con el plan previsto y lanzar el spot, considerando que, al ser alguien externo a la organización, la gente no lo relacionaría con la marca. Se equivocaron.
Según Rafael Chebala, abogado y profesor en Deusto Business School, “la presunción de inocencia debe prevalecer durante la fase de investigación del proceso”. Apartar al implicado de la actividad del grupo es una decisión acertada y consecuente, “pero solo cuando la fase de investigación ha avanzado y el implicado ya se encuentra en situación de imputado”.