Apple y su nuevo iPhone: ¿por qué llevamos semanas hablando de ello?

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  • ¿Cómo ha conseguido la marca estadounidense convertir sus productos en sinónimo de prestigio?


  • La estrategia de marketing de la compañía tiene buena parte de su éxito en todo el mundo

Apple presenta su nueva gama iPhone 12 este martes 13 de octubre y desde hace semanas no hay día en que los medios de comunicación, los blogs, los youtubers, las terrazas de los bares o los ermitaños más solitarios no hablen de ellos.

Cada nuevo producto de Apple genera una batería de rumores, filtraciones y curiosidad que lo convierten en un éxito antes incluso de salir a la venta. ¿Cómo ha conseguido la empresa estadounidense hacer de su marca casi una religión?

El óptimo desarrollo de lo que llamamos marketing inteligente y su apuesta por impulsar la transformación digital en toda la sociedad son los principales culpables de ello. Mucho tiene que ver la genialidad de Steve Jobs, su fundador, en el momento de posicionar sus productos, su capacidad para generar en los clientes potenciales la idea de que no hay nada más exclusivo que tener un iPhone o un Mac.

Hay opiniones de todos los gustos entre los especialistas en tecnología, desde quien opinan que el ecosistema Apple es extraordinario a quienes señalan que los dispositivos Android o los PC ofrecen un mejor rendimiento por un precio más bajo. Pero lo importante es que para los usuarios normales, tener un producto de Apple supone prestigio, formar parte de una familia orgullosa de serlo.

Y, lo que es más significativo: Apple consigue una fidelidad extraordinaria. Es raro que alguien sea desleal a la firma de Cupertino. Es extraño que quien compre uno de sus productos cambie su Mac por un PC cuando el primero se queda obsoleto.

La religión de Apple y sus predicadores

Apple consigue lealtad y hace de sus usuarios un ejército de predicadores que defiende con uñas y dientes su producto. Casi todos ellos, además, se convierten en comerciales de sus dispositivos, vendedores sin comisión que buscan convencer a quienes no han entrado a formar parte de la religión de la manzana mordida.

Tal prestigio tiene mucho que ver también en que nos encontramos con la marca hasta en la sopa. Pero esta presencia no molesta, es sutil, no resulta invasiva. Sus campañas publicitarias y de marketing son tan dinámicas que en ningún momento nos atragantamos de encontrarnos con tal cantidad de manzanas en Internet o la televisión.

Y si nos fijamos bien, están por todos lados. Apple intenta que las mayores estrellas internacionales del cine y las series más en boga utilicen sus productos. Si la protagonista de una superproducción utiliza un móvil en una escena cumbre, seguramente sea un iPhone. Si la estrella en ciernes está investigando grandes secretos en un ordenador, lo hará desde su flamante Mac.

Para Apple, la innovación es la esencia. Nunca se resignó solo a la publicidad tradicional. También tiene la capacidad de contactar con la audiencia más influyente, de alimentarla con pequeñas píldoras de información para que lo compartan con todos los clientes potenciales. Generar, como decíamos, expectación.

Y, por supuesto, es fundamental que los clientes se conviertan en prescriptores. Para ello sus aparatos tienen un funcionamiento muy sencillo y un diseño cuidado que, sumado al prestigio que tiene Apple, llenará las redes sociales de reseñas positivas y recomendaciones.

En la década de los 80, Steve Jobs quiso contratar para su compañía a John Sculley, alto ejecutivo de Pepsi en aquel momento. Ante las reticencias de este, Jobs le convenció con una frase que ha quedado para la historia de los recursos humanos: “¿Quieres vender agua azucarada el resto de tu vida, o quieres tener una oportunidad para cambiar el mundo?”.

En esa frase está la esencia del éxito de Apple. El marketing y las ventas inteligentes llevados al súmmum. ¿Por qué todos esperamos las presentaciones de sus nuevos productos? Porque nos han convencido de que Apple está cambiando el mundo. ¿Existe mayor prestigio que tener en nuestras manos el instrumento de ese cambio?