Personas Low cost

La cultura del Low Cost avanza a pasos agigantados en nuestra sociedad, por ello esta semana traemos una reflexión de Sergio Alonso Ramirez, que por su interés reproducimos a continuación. En el nos habla de todo aquello que puede llevar implícito este viraje que estamos dando hacia la política de los precios bajos.

Hemos llegado a un punto donde hay como una manía con que todo cueste más barato. Estamos en la época febril del Low Cost. Todo, absolutamente todo debe ser más barato. Ya parece ser que no importa la confianza que depositamos en una marca, su trayectoria, o su calidad. Con que nos haga gastar menos dinero es motivo suficiente para decantarnos por lo nuevo.

Pero esto parece ser también una especie de estado febril donde fantaseamos, y negamos, una vez más, la realidad.

A nadie se le ha ocurrido que todo tiene un coste, inclusive el bajo coste. Negamos el hecho de que ciertas cosas tienen un precio, y que ni inflarlo, ni infravalorarlo nos dará un beneficio real, aunque si goce inconsciente. Porque en definitiva, si todo es tan barato, uno podrá volver a tenerlo todo, uno podrá ser una persona completa, llenarse, como en aquellos días de bebé donde cualquier cosa que uno necesitaba se brindaba sin mayor dilación.

Si uno tenía hambre, tenía teta, si uno tenía frío, se le abrigaba. Todo era brindado, todo era alcanzable, y uno lo era todo. Es como la fantasía de ganarse la lotería, que en definitiva no es más que volver a un estado infantil donde la vida se basaba básicamente en la supresión de las faltas cubiertas por el otro, en este caso, mamá (o papá, o sus representantes) y con la lotería, donde las faltas son todas cubiertas. Sin embargo, el Low Cost, de a poco, nos va enseñando sus verdaderas caras. Y es que la vieja realidad de “Lo barato cuesta caro”, reaparece tozuda. Al menos cuando uno pretende comprar cristal al precio de plástico.

Los servicios de bajo coste, son así porque son servicios que se ajustan a lo que ofrecen. Vuelos sin ningún glamour, comidas humildes, servicios empobrecidos, de poca durabilidad, etc.

Pero todavía no es algo que se quiera ver. Por ahora compramos a un precio increíble el arquetipo de lo que fue, y nos encontramos con la sorpresa de “en lo que se convirtió”.

Los servicios de atención al cliente parece estar atendidos por oligofrénicos que ya no comprenden ni su propia lengua materna. El cliente se tiene que hacer cargo de los defectos del producto. Aparecen encadenamientos a las empresas por una rebaja (contratos de permanencia). Encadenamiento que luego se convierte en una carcel, ya que si uno llega a tener algún problema, ahora tiene dos, porque lidiar con una empresa es realmente un grave conflicto, debe seguir pagando y no se puede ir.

Compramos arquetipos… obtenemos solo apariencias

Sin embargo, hay algo que no nos damos cuenta. En este fervor de alcanzarlo todo, al precio más “Low”, tenemos televisiones de dudosa calidad, ropa que se rompe o toma olores, servicios que no sirven, móviles que aparentan ser buenos, paredes hechas de papel, viajes insufribles, anillos de plástico, comida de dudosa calidad… Pero también entramos en el mundo Low Cost desde nuestro propio puesto de trabajo, que ahora compite por ser lo más “LOW” posible. Y tenemos que trabajar en condiciones penosas, para dar servicios penosos, productos penosos, y aguantar penosas quejas.

Y de golpe, con todas nuestras posesiones “Low Cost” con nuestros trabajos “Low Cost”, lo único que conseguimos, es habernos convertido nosotros mismos en “Personas Low Cost”. Ya que hay todo un mundo ahí afuera, diseñado para que usted, querido señor, y querida señora, sea una persona de bajo coste.

Porque algo me ha quedado claro, cuando estoy pagando menos, el que va a pagar el coste de esa rebaja seré yo mismo, como cliente, y rara vez la empresa.

Sergio Alonso Ramirez


Extraído de http://psicosujeto.blogspot.com.es

 

PD: Es verdad que este artículo tiene un corte en apariencia muy capitalista, en el sentido de decir que el bajo coste de alguien es porque consuma cosas baratas o caras. Pero quisiera dejar en claro que he intentado reflejar, justamente en esa ambición consumista, que lo que se termina perdiendo es el valor, no solo de los objetos, que son subjetivos, sino también de los sujetos como cosificación de los mismos. Ya que los servicios y productos son para sujetos, que no son meros objetos más o menos baratos… ¿o sí?