El poder transformador de Internet está cambiando el mundo. Y no sólo se trata de nuevas costumbres que estamos adquiriendo o de distintas maneras de relacionarnos. Por ejemplo: ¿Habría sido posible el movimiento ciudadano renovador que se está produciendo en muchos países árabes sin la existencia de Internet? Resulta difícil pensar que sí.
A pesar de que el nivel de penetración de la Red en estas naciones es escaso, comparado con los países más avanzados, su capacidad de modificar la forma de pensar de millones de personas se ha hecho evidente. Internet, junto a los canales informativos de televisión en árabe, están revolucionando estas sociedades, extendiendo ideas o derechos humanos y ampliando la libertad de mercado, entre otras.
Además, la capacidad de transmitir sin barreras la información ha dejado al desnudo la corrupción, el nepotismo y los abusos de los regímenes totalitarios. Internet, blogs, foros y redes sociales han sido vehículos para denunciar esas situaciones y para concienciar as la ciudadanía. Facebook y Twitter sirvieron para llenar la plaza de Tahir, en El Cairo; para informar a tunecinos o libios, y están dando a conocer las movilizaciones que se plantean en Argelia o Marruecos. Incluso, el Gobierno de Bahréin se apoyó en Twitter para anunciar que había empezado negociaciones con diferentes grupos políticos del país. Tampoco es una novedad. Blogueros de todo el planeta, desde Cuba hasta China, están narrando al mundo –y también a sus compatriotas- realidades de sus países distintas de las oficiales, defendiendo, en la media en que pueden, la necesidad de avances que garanticen las libertades de la población. No cabe duda que el régimen nazi no habría podido masacrar de manera impune a millones de judíos si Internet hubiera existido entonces.
Otro ejemplo de cómo la Red cambia las reglas del juego es Wikileaks. Todos los gobiernos, sin excepción, deciden qué documentos quedan fuera del alcance de los ciudadanos como “información secreta”. Pero eso ocurría hasta que Julian Assange creó Wikileaks. Assange y su organización han logrado poner en pie una base de datos con más de informes, documentos o vídeos de interés público y generalmente secretos, para desvelar comportamientos poco éticos de gobiernos, organizaciones, empresas. Como los 250.000 ficheros del Departamento de Estado norteamericano que se han publicado destapando espionaje y corrupción globales.
Sin duda, la posibilidad de que todo el planeta pueda acceder con unos pocos clicks a documentos comprometedores que les afectan, por encima de sus gobernantes respectivos, quiebra el statu quo establecido y obligará a los políticos y a las administraciones a relacionarse de una forma más transparente y honesta con los ciudadanos y, sobre todo, a evitar actuaciones fuera de la ley.
En suma, como se puso de manifiesto durante iRedes, el I Congreso Iberoamericano sobre Redes Sociales, celebrado recientemente en Burgos, las redes sociales generan apertura en dos sentidos: apertura social y desaparición de fronteras para la información.
A la vez, la sociedad se expresa a través de Internet. Por eso, los partidos se esmeran a aprender a escuchar y dialogar. No cabe otra alternativa. Ganar credibilidad es un proceso laborioso y ese intangible tan preciado se puede venir abajo a través de rumores o filtraciones en cuestión de días.
Todo ello está dejando en evidencia que Estados y organizaciones apenas han empezado a gestionar su reputación online. Durante las 24 horas del día, en los 365 días al año, se vuelcan en Internet informaciones, comunicados u opiniones de todo tipo, tanto positivas como negativas, que afectan de manera directa a la reputación de cada Gobierno o de cada empresa y que modifican la manera de pensar de los ciudadanos, cada vez más poderosos e influyentes.
Internet, en suma, ha puesto voz a la sociedad, le permite manifestar su opinión de una manera global y ese es camino sin retorno.
Juan José Peso-Viñals
Presidente de Daemon Queso y profesor del Instituto de Empresa.
Extraído del diario “Expansión”.