Doce estrategias para cargarse una empresa

¿Sabemos cuáles son lo errores más comunes a la hora de gestionar una empresa? Hemos encontrado las pautas que los empresarios no deben seguir si no quieren que su empresa naufrague en tiempos de crisis.

1.- Reducir costes a destajo de forma imprudente, incluyendo en esta política los recursos destinados a cuestiones estratégicas.

2.- Recurrir al “no hay presupuesto” cuando se presentan proyectos cargados de coherencia o buenas ideas, es sinónimo de que algo huele a chamusquina.

3.- Reestructurar mediante el viejo método del absurdo, es decir, tomando como criterio de selección de salida a los más baratos, provocando que se vayan muchos de los más valiosos y dejando en la empresa a la mayoría de los peores, aludiendo a que sus despidos tienen un coste muy superior.

4.- La cuestión no radica en el sueldo: si una empresa no ofrece a sus empleados con talento más aliciente que un sueldo adecuado, pobre futuro le espera.

5.- Querer vender más a base de bajar precios: cuando esto se convierte en el único medio para mantener las ventas, denota que se han perdido los papeles, que se está tirando la empresa, su prestigio y su producto por la ventana y que no se ha hecho lo necesario para que el mercado aprecie el valor del binomio producto-servicio avalado por la marca.

6.- Engañar a los clientes, dándoles gato por liebre.

7.- Resulta de gran importancia conocer la diferencia entre un proveedor sin más y una empresa colaboradora e implicada.

8.- No explicar de forma directa a los empleados la verdadera situación de la empresa y, mucho menos, los porqués de las decisiones difíciles que se toman.

9.- Poner un parche al problema real y ganar algo de tiempo hasta que llegue la tragedia que nunca puede ser el camino adecuado.

10.- Si algo hace falta hoy en día en los directivos de las empresas es coraje; atrevimiento para hacer cumplir el plan estratégico contra viento y marea; valor para enfrentarse con la alta dirección o la multinacional cuando marca criterios, productos y objetivos absurdos; osadía para aplicar con rigor los cambios oportunos; bravura para aguantar con sangre fría los reveses del mercado; audacia para creer en el equipo y en su capacidad para salir adelante si todos juntos se lo proponen; intrepidez para actuar raudo y presto; valentía para intentar cosas diferentes.

11.- Cuando una estrategia nefasta o un mal directivo aparecen en una empresa, hay que tener en cuenta que todos advierten que esa decisión o ese directivo son inadecuados. El empecinamiento de la dirección general y la incapacidad para escuchar y admitir lo evidente suele ser el único y verdadero mal tras estas situaciones.

12.- Los torpes y los trepas, ¡a su casa!, que la mayoria de los empleados, mandos y directivos vienen a trabajar, a sacar el negocio adelante y a mantener los puestos de trabajo, que no es poco.

Fuente: Paco Muro, El Arte de la imprudencia profesional.