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En lugar de mantenerse visibles en todo momento, algunas firmas optan por desaparecer temporalmente para generar escasez emocional y, con ello, reactivar el interés del consumidor
El ciclo del deseo se basa en un principio simple: el deseo aumenta cuando el objeto se vuelve inaccesible. Al limitar la disponibilidad de un producto o desaparecer del radar por un tiempo, las marcas permiten que el consumidor lo olvide… y luego lo desee de nuevo.
Moda, coleccionables y el deseo programado
El caso de la moda es paradigmático. Marcas como Supreme o Jacquemus crean colecciones efímeras que desaparecen rápidamente. Luego, meses después, reaparecen con nuevas propuestas que despiertan una expectativa renovada.
El ciclo del deseo también está presente en los coleccionables, donde empresas como LEGO o Funko interrumpen deliberadamente la disponibilidad de ciertos productos. Al relanzarlos más adelante, reactivan la demanda, refuerzan el interés del consumidor y elevan la percepción de exclusividad.
El olvido como parte de la fidelización
Esta estrategia redefine la fidelización tradicional. En vez de forzar una presencia continua, las marcas que aplican el ciclo del deseo construyen una relación emocional con sus clientes basada en el reencuentro, la expectativa y la escasez. Además, este enfoque permite mantener el valor simbólico de la marca, evitar la saturación del consumidor y aumentar el impacto de cada nuevo lanzamiento.
¿Puede aplicarse en otros sectores?
Aunque el ciclo del deseo es común en sectores como la moda o el lujo, su aplicación se está extendiendo. En tecnología, por ejemplo, algunas marcas limitan el stock inicial de nuevos dispositivos para generar tensión comercial o en el sector de la alimentación, productos de temporada desaparecen del catálogo como parte de una estrategia de deseo programado.
Conclusión: no estar siempre también es estrategia
En el tipo de mercado en el que vivimos, a veces, menos visibilidad genera más valor. Aplicar el ciclo del deseo permite a las marcas mantenerse relevantes sin desgastar su imagen. El olvido estratégico no es el enemigo del marketing, sino una herramienta poderosa para despertar nuevas ganas de comprar.
