Seguro que conoces esta prática. El consumo colaborativo está basado en la capacidad de los ciudadanos para cubrir las necesidades de otros sin que exista una regulación de ese ejercicio de colaboración. Basta con que ambas personas se pongan de acuerdo en el precio del producto o servicio. Ello implica también el ahorro de costes de intermediarios.
Tanto inversores como clientes apoyan las ideas de negocio colaborativo pero son los negocios tradicionales los que se oponen de forma transversal. Le guste a quien le guste, lo cierto es que estos proyectos colaborativos están batiendo récords de inversión en nuestro país, sobre todo en el mes de mayo cuando superaron los 39 millones de euros de inversión, tal y como señala el portal especializado Consumocolaborativo.com.
Dentro del sector, la aplicación Wallapop se sitúa a la cabeza ofreciendo la posibilidad a los usuarios de comprar y vender objetos de segunda mano a personas que se encuentren en una ubicación cercana. El capital social de esta app asciende a 40 millones de dólares.
Esta una tendencia creciente pero, nuestro sector turístico se está viendo muy afectado por un ámbito sin regulación y más económico que los servicios tradicionales, del que se encargan particulares que alquilan habitaciones de sus casas sin tener que hacer frente a este tipo de gastos administrativos, licencias, impuestos, etc. ¿Se trata de una competencia desleal a los oferentes de servicios clásicos o estos negocios se pueden amparar en el ejercicio del libre comercio? Lo que es cierto es que los jóvenes apuestan y apostarán cada vez más por el consumo colaborativo de turismo, algo que viene aupado por la cantidad de clientes sin servicio.
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