La autopista de peaje R2 que une Madrid con Guadalajara ha presentado concurso voluntario de acreedores, según publicó ayer el BOE. Con ello, cae la última de las radiales de pago puestas en marcha hace 10 años, unas infraestructuras que se han mantenido ajenas al marketing desde su proyección. La falta de esta disciplina les ha pasado finalmente factura.
La empresa responsable de la concesión, Autopista del Henares (Henarsa), perdió 16 millones de euros en 2012, según las cuentas del pasado ejercicio. Además, acumula una deuda de 360 millones de euros.
Desde un comienzo parece que las radiales se han mantenido lo más alejadas posibles de una buena estrategia de marketing, despreciando el interés real que despertaron en los usuarios, teniendo una opción libre de pago (un coste elevado para realizarlo a diario). Este mal estudio de mercado, una política de precios equivocada, ninguna acción de fidelización o promoción está llevando a todas las radiales a la quiebra.
Con la quiebra de la R2 se constata el fracaso de un modelo de carreteras que apostaba por construir vías de pago en paralelo a las autovías públicas y gratuitas. Con el estallido de la crisis y la llegada de la recesión, el ya de por sí poco tráfico que venían registrando acabó reducirse aún más, lo que ha convertido la concesión en inviable y ha llevado a hablar de una burbuja del asfalto.
En total, con la autopista entre Madrid y Guadalajara, ya son siete las grandes concesiones de carreteras de pago en suspensión de pagos. Antes de la R2 ya habían presentado concurso la R3 a Arganda, la R4 y la R5. También, la autopista de peaje a Toledo, llamada AP41; la AP36, que conecta Ocaña con La Roda, y, por último, la AP 7 entre Cartagena y Vera. Nos encontramos ante un proyecto que nació herido por la falta del marketing más básico.