Quizá no lo haya contado nunca, pero el fútbol no es una de mis grandes pasiones. Partiendo de esto, haré una excepción esta semana, ya que quería dar fe de un suceso que se habrá repetido en muchos lugares de España: la liturgia futbolística del día después de cada derbi.
Hoy en la oficina se respiraba un ambiente raro. Unos se tapaban la boca evitando desvelar una sonrisa malhechora. Otros no movían los ojos de la pantalla y evitaban cruzar conversación con los primeros.
Los barcelonistas, con las manos metidas en los bolsillos, como escondiendo todo el confeti que les cabría en su puño y conteniéndose con una sonrisa maliciosa, se han plantado cerca de las mesas de los hoy desdichados aficionados madridistas, para posteriormente explotar con sorna, cebándose con la “manita”.
Estas cosas pasan, pero hay que levantarse el día siguiente y ver todo con optimismo… aunque cada vez que me miro a las manos me viene el resultado algo a la mente. Hay que pasar página.
Marcial Trincado
Un ejecutivo virtual en el mundo real